Esta actitud auto disciplinada es crucial, ya que a menudo las personas buscan excusas para no hacer lo necesario. Pero, en realidad, si uno realmente desea algo, encontrará la forma de superar cualquier obstáculo. La voluntad y la disciplina son imprescindibles; un buen físico no se logra sin ellas, y no es algo que se pueda obtener fácilmente o comprar con dinero. La constancia en el entrenamiento y la nutrición adecuada son irremplazables, incluso con la ayuda de esteroides y suplementos.
Reflexionando sobre mis primeros cinco años en el gimnasio Icarus, reconozco que fue la etapa más definitoria y dorada en mi historia de culturismo. Estaba completamente dedicado al deporte, sin distracciones como novias o fiestas; solo me enfocaba en estudiar, comer, dormir y entrenar. Como resultado, mi peso aumentó de 50 kg a 102 kg, y el contorno de mis brazos pasó de 28 cm a 44 cm. Gracias a mi progreso y mi disposición a compartir conocimientos, el dueño del gimnasio me ofreció trabajar como monitor. Aunque inicialmente lo rechacé, al final acepté y esto marcó un nuevo rumbo en mi vida.
Trabajar en el gimnasio se convirtió en mi día a día. Era monitor, recepcionista y personal de limpieza, todo en uno. Para mí, estar en ese ambiente era un privilegio, y además me pagaban por ello. Después de la escuela, iba directamente al gimnasio con mi mochila llena de comida y ropa de entrenamiento, y me quedaba hasta el cierre. Finalizaba el día haciendo la contabilidad, recogiendo las pesas, limpiando y tomando el último tranvía a casa, donde aún me esperaba cenar y estudiar, a menudo quedándome dormido con el libro en la mano.
Esta rutina no sólo fortalecía mi cuerpo, sino también mi carácter y mi determinación, elementos fundamentales para cualquier persona que persiga un objetivo con seriedad y compromiso.
Estar en el gimnasio tantas horas no solo era una obligación laboral, sino una oportunidad invaluable para crecer en el culturismo. En los momentos de tranquilidad, me sumergía en revistas y libros especializados, absorbiendo toda la información posible. Cuando el gimnasio estaba lleno, aprovechaba para observar a los más experimentados, aprendiendo de sus técnicas y rutinas. Estas observaciones me ofrecían percepciones que a veces no encontraba en la literatura especializada.
Mi rol como monitor del gimnasio también fue una herramienta de aprendizaje fundamental. Al explicar y corregir ejercicios, no solo practicaba lo que ya sabía, sino que también desarrollaba mis habilidades de comunicación y conexión con las personas. Fue esta experiencia la que me llevó a mi actual profesión. Un día, un miembro del gimnasio me propuso ayudarlo con sus entrenamientos a cambio de sobres de proteínas. Acepté encantado, y pronto, gracias al boca a boca, mi lista de clientes creció exponencialmente. Con apenas 19 años, ya ganaba más que mis padres.
Tras terminar el bachillerato, comencé a trabajar en otro gimnasio, donde pasaba prácticamente todo el día. Esta dedicación me permitió ganar suficiente dinero para comprar cualquier suplemento o alimento que deseara. Mirando hacia atrás, es sorprendente cómo, siendo tan joven, muchas personas, incluyendo empresarios y personajes de todo tipo, depositaron su confianza en mí.
Durante este tiempo, conocí a mi primera novia, quien más tarde se convirtió en mi pareja. Su apoyo fue crucial, especialmente en la preparación de comidas, lo que me permitió concentrarme plenamente en mi trabajo y entrenamientos. Le estoy eternamente agradecido, ya que fue durante esos años que logré los mayores avances.
Desde que asistí a aquel evento de culturismo que tanto me impactó, siempre tuve la intención de competir, aunque era una meta para un “futuro indefinido”. Sin embargo, todo cambió el día que acompañé a mi primer cliente a consultar con un famoso preparador físico en Budapest. Esta visita fue decisiva, marcando un antes y un después en mi carrera y en mi vida.
Mi visita al gimnasio de ese famoso preparador físico marcó un punto de inflexión en mi carrera. El lugar era impresionante, mucho más grande que el gimnasio donde yo entrenaba, y sus paredes estaban adornadas con fotos de campeones que él había entrenado. Durante nuestra conversación, su mirada se fijó en mí y, tras preguntarme si competía, insistió en que debería hacerlo y que incluso ganaría.
Aunque inicialmente dudaba, pensando que necesitaba al menos dos años más de preparación, su confianza en mí y su oferta de patrocinio con proteínas Multipower y entrenamiento gratuito en su gimnasio fueron una oportunidad que no podía rechazar.
Así, junto con mi primer cliente y amigo Marcelo, comencé a viajar semanalmente al gimnasio de este entrenador, situado en el otro extremo de Budapest. A pesar de las dos horas de viaje, la experiencia de entrenar rodeado de la élite, con las mejores máquinas y supervisión constante, era inigualable. Cada sesión terminaba con una sesión de posado, un batido de proteínas y sesiones de rayos UVA.
Esta rigurosa rutina me llevó a competir en campeonatos de prueba en la categoría senior, enfrentándome a rivales mucho mayores que yo. En poco tiempo, logré clasificaciones destacadas y gané el campeonato junior nacional. Mi deseo de competir y ganar se fortaleció aún más después de esta temporada exitosa.
Durante este tiempo, tuve la suerte de contar con un amigo y mentor, Dorian alias Attila, un especialista autodidacta en culturismo. Él me ayudó, motivó y guió en mis entrenamientos, dietas y rutinas de posado. Mi gratitud hacia él era tal que le dediqué mi trofeo más preciado, grabando en él palabras de agradecimiento. Su creencia en mí era más fuerte que la mía propia, y fue capaz de ver al campeón en mí antes de que yo mismo pudiera.
Mirando hacia atrás, las competiciones parecen un torbellino en el que todo sucedió muy rápido. En dos temporadas de competición, participé en 18 eventos nacionales e internacionales, incluyendo el Grand Prix en Checoslovaquia y el Campeonato de Europa en Rusia. A pesar de ser un novato y de mi juventud, competí exitosamente contra adultos y campeones respetados, algunos de los cuales incluso había pedido autógrafos solo dos años antes.
Este viaje, desde mis humildes comienzos hasta competir en el escenario internacional, fue una montaña rusa de emociones, esfuerzos y triunfos. Fue un camino que me enseñó no solo sobre el culturismo, sino sobre la vida misma, reforzando la importancia de la determinación, el trabajo duro y la capacidad de aprovechar las oportunidades cuando se presentan.
Medio año después de mis primeros éxitos, gané la categoría de más de 90 kg y, con apenas 21 años, obtuve el título en el campeonato nacional en la categoría senior, compitiendo contra veteranos que llevaban años en el circuito. Este triunfo me catapultó a la fama, apareciendo en la portada de revistas de culturismo como “la nueva promesa” y siendo etiquetado como “Scorus Bernat, el culturista profesional del futuro”. Firmé contratos con los principales fabricantes de suplementos de Hungría, como MLO y BioTech USA, lo que me proporcionó acceso a los mejores suplementos sin limitaciones.
Estas experiencias en competiciones me enriquecieron con conocimientos y contactos, ampliando mi arsenal de herramientas mentales y transformándome en una versión mejorada de mí mismo. Algunas de mis actuaciones más memorables fueron aquellas en las que, en un estado casi de trance, lograba electrizar al público, levantándolos de sus asientos en un frenesí de aplausos y vítores, especialmente cuando competía contra rivales destacados que, además de tener excelentes físicos, eran verdaderos showmen.
Uno de estos eventos memorables fue el Gran Prix de Scitec en el SuperBody de 2001, donde competí contra Zoltán Tóth, conocido como Tozo, y en el posterior Campeonato Nacional de Hungría. Estos momentos no solo fueron inolvidables para la audiencia, sino también para nosotros como competidores. Estas experiencias me llevaron a desarrollar una amistad con Tozo, reconociendo en él un espíritu afín, lo que mi preparador Zoltán Vida solía llamar con una sonrisa burlona: “¡ojos de tigre!”.
Esa intensidad, ese espíritu de ‘predator’, es una cualidad distintiva de los competidores destacados. Estar presente en los campeonatos de cuerpo, mente y espíritu muestra la verdadera pasión por la competición y el ser un participante activo en ella. Estos momentos definieron mi carrera y solidificaron mi amor por el deporte, empujándome siempre a buscar la excelencia no solo en el físico, sino también en la presencia escénica y la conexión con el público.
La amistad con Tozo, un culturista que rompe con el estereotipo convencional, enriqueció no solo mi carrera profesional, sino también mi vida personal. De él aprendí invaluables lecciones tanto a nivel humano como profesional. Esta amistad, nacida y cultivada a través del culturismo, es una de las muchas razones por las que estaré eternamente agradecido a este deporte que tanto amo.
El culturismo me ha brindado la oportunidad de cumplir muchos sueños y continuar forjando otros que día a día se hacen realidad. Me ha permitido viajar por el mundo, conocer distintas culturas y personas, todo mientras hago lo que más amo. Lo que empezó como un hobby se convirtió en mi profesión: desde hace 25 años me dedico al entrenamiento personal, rodeado de una diversidad de personas que enriquecen mi desarrollo personal y profesional. Trabajo con individuos de todos los ámbitos de la vida, desde empresarios hasta actores y delincuentes, lo que me ha permitido adquirir un amplio conocimiento humano y mejorar mis habilidades de comunicación y adaptación.
La satisfacción diaria de mis clientes es una fuente constante de éxito y motivación, que a menudo impulsa mis propios entrenamientos. Sin embargo, mi vida no es perfecta; está llena de deberes, compromisos y desafíos. No me detengo, a menudo durmiendo solo 3-4 horas por noche, compensando con breves siestas para mantener la energía y el enfoque necesarios para mis entrenamientos.
Mis días, incluidos los sábados, están llenos desde las 7 de la mañana hasta las 9 o 10 de la noche, trabajando con clientes. En mis momentos libres, estoy en la computadora elaborando planes de entrenamiento y dietas personalizadas, estudiando para obtener acreditaciones en nutrición deportiva, desarrollando contenido para cursos y seminarios, y aun así encuentro tiempo para meditar, entrenar, hacer cardio, mantener una dieta saludable y criar a mis dos hijos. ¿Cómo lo logró? Con disciplina, organización y una pasión inquebrantable por lo que hago.
Mi camino en el culturismo y como entrenador personal es un testimonio de que, con determinación y trabajo duro, se pueden superar obstáculos y alcanzar metas que parecen inalcanzables. Cada día es una oportunidad para crecer, aprender y mejorar, no solo como culturista, sino como ser humano en todos los aspectos de la vida.
Mi enfoque siempre ha sido eliminar todo aquello que considero superfluo o innecesario. Por ejemplo, rara vez veo televisión, solo ocasionalmente disfruto de una película con mis hijos o pareja.
Asimismo, limito mi tiempo en redes sociales y evitó caer en la tentación de perderme en conversaciones superficiales o distracciones sociales innecesarias. Mi tiempo es valioso, y aunque me permito relajarme de vez en cuando, siempre vuelvo a mi disciplina. No se trata de locura, sino de un compromiso absoluto con mis metas y propósitos.
Conozco mis objetivos y estoy dispuesto a pagar su precio.
Soy realista y entiendo que, para lograr cualquier cosa en la vida, sea en el deporte, el arte o cualquier otro campo, se requiere dedicar tiempo y energía. Si buscas resultados promedio, estarás satisfecho con un esfuerzo promedio. Pero si aspiras a más, necesitas esforzarte y trabajar más duro hasta ver tus metas materializarse. La vida es una serie de elecciones y sacrificios. Es fácil caer en la rutina de no hacer nada y luego quejarse de nuestras circunstancias.
Pero ¿qué pasaría si decidiéramos renunciar temporalmente a esas actividades que consideramos inútiles o que nos hacen perder tiempo? ¿Qué sucedería si dedicáramos ese tiempo a aprender, a crecer, a perseguir nuestras metas o incluso a descubrirlas?
Piensa en el tiempo que se puede gastar viendo televisión, jugando a videojuegos o en conversaciones superficiales. Ahora imagina redirigir ese tiempo hacia la lectura de libros de autoayuda, el aprendizaje de nuevas habilidades, o la exploración de tus verdaderas pasiones. ¿Qué transformación podrías experimentar? Es un misterio que solo se puede desvelar a través de la acción.
No, no es fácil. Nada valioso en la vida lo es. Tocar un instrumento, destacar en un deporte, sobresalir en un campo profesional o aprender un nuevo idioma, todos requieren inversión de tiempo, energía, dedicación y disciplina. La vida no nos regala nada; debemos ganarnos cada logro con esfuerzo y constancia.
En nuestra sociedad actual, a menudo se nos hace creer que podemos tenerlo todo fácilmente, que todo está al alcance de nuestra mano sin esfuerzo. Pero la realidad es muy diferente. Para alcanzar nuestras metas, primero debemos esforzarnos y actuar coherentemente. Solo entonces, podremos cosechar los frutos de nuestro trabajo.
“Para alcanzar la luna, hay que apuntar a las estrellas”. Este dicho resume perfectamente la esencia del éxito y la superación personal. No se trata de conformarse con lo mínimo, sino de aspirar a lo máximo, de esforzarse por alcanzar lo que parece imposible. Al apuntar alto, incluso si no alcanzamos nuestro objetivo exacto, habremos llegado mucho más lejos que si nos hubiéramos conformado con metas menores.
Así que el mensaje es claro: para cambiar tu vida, para alcanzar tus sueños, debes estar dispuesto a hacer sacrificios y a trabajar duro. La dedicación y la autodisciplina son clave. No traiciones tus sueños por comodidad o por miedo al fracaso. Sé fiel a ti mismo, y no temas apuntar a las estrellas.
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